¿Por qué los jóvenes no beben vino en los restaurantes?

Estás en un restaurante lleno de mesas ocupadas por gente joven.
Ríen, hacen stories, comentan lo que están comiendo, comparan el postre con el del sitio anterior. Todo parece funcionar. Hasta que miras las copas.

Gin-tonic con rodajas de pepino. Cervezas artesanas con espuma cremosa. Spritz. Agua con gas.
Y entonces lo notas. No hay vino.

¿Te has fijado alguna vez? No es casualidad. No es una excepción.

El vino ha perdido protagonismo en las mesas de los restaurantes entre los menores de 40.
Y no hablamos únicamente de cifras. Hablamos de una desconexión real entre una generación y una categoría de producto que siempre fue símbolo de celebración, de compartir, de maridar.

Y, ¿por qué está pasando esto?

¿Es una moda temporal?
¿Es que los jóvenes ya no entienden de vino?
¿O es que la forma en la que el vino se presenta en los restaurantes ya no encaja con su manera de elegir, consumir y disfrutar?

La respuesta no está en el vino. Está en la experiencia.

Y eso lo cambia todo.

¿Por qué los jóvenes ya no piden vino cuando salen a cenar?

Un estudio reciente del Wine Market Council, titulado “Cómo atraer jóvenes adultos y consumidores multiculturales hacia el vino”, se propuso entender qué está fallando entre los consumidores menores de 40 y su relación con el vino.

Para ello, realizaron un seguimiento cualitativo a 27 jóvenes adultos mientras compraban vino en restaurantes, bares, supermercados, tiendas especializadas y plataformas online. Las sesiones fueron grabadas en vídeo, recogiendo más de 40 horas de observación directa y comentarios espontáneos.

¿El objetivo? Ver cómo interactúan con el vino en entornos reales.
Y los resultados fueron bastante interesantes.

Los jóvenes no tienen ningún problema con el vino como producto. Muchos lo disfrutan. El conflicto aparece cuando intentan pedirlo en un restaurante.
El proceso les resulta incómodo, poco claro y, en algunos casos, hasta intimidante.

No se trata de modas, ni de falta de interés. Se trata de cómo se presenta la oferta.
Y ahí es donde los restaurantes tienen una gran oportunidad de mejora. Veamos primero en más detalle el por qué de estos resultados.

Cartas de vino que no invitan a explorar

Imagina que tienes delante a un grupo de amigos en un restaurante moderno. Piden entrantes para compartir, revisan la carta con curiosidad, y cuando abren la de vinos, todo cambia.

Hojas con letra pequeña, sin colores, sin imágenes, sin explicaciones.
Solo una lista de nombres y precios.

El vino, además, muchas veces está al final del menú.
Justo después de los cócteles con fotos llamativas y las cervezas explicadas por tipo y origen.
¿El resultado? Piden lo primero que entienden. Y eso rara vez es vino.

No hay estímulo visual. No hay orientación. No hay nada que les anime a probar algo distinto.
La carta, en lugar de invitar, frena.

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Nadie les acompaña en la elección

Ahora ponte en su lugar:
Tienes curiosidad por probar un vino, pero no sabes por dónde empezar. Miras al camarero buscando ayuda… y este dice:

“Bueno, depende de lo que te guste… ¿algo suave quizá?”

Pocas cosas generan más inseguridad que no entender lo que estás comprando.
Y si el equipo de sala no sabe explicar con confianza qué ofrece cada vino, el cliente se siente solo.
Nadie quiere quedar como el que no tiene ni idea.

Así que hacen lo que haríamos muchos:
Pedir lo que ya conocen, o saltarse el vino por completo.

El problema aquí no es solo del cliente. También lo es del restaurante.
Porque sin el acompañamiento y asesoramiento adecuado, la carta de vinos se convierte en un código cerrado. Y nadie quiere descifrarlo bajo presión.

No entienden qué están comprando

Vamos con un ejemplo:
En la carta pone “Chardonnay – Bodega X – 18 €”. ¿Qué significa eso para alguien que no sabe de vino?

Nada.
No dice si es seco o afrutado, si tiene cuerpo o es ligero, si va bien con pescado o con pasta.

¿Te comprarías un perfume sin saber a qué huele?
Pues eso es lo que sienten muchos jóvenes cuando miran una carta de vinos.

El problema es que la carta no facilita el acceso a quienes quieren empezar.
No hay descripciones sensoriales. No hay pistas. No hay lenguaje amigable.
Y sin esa información, la decisión se convierte en un salto al vacío.

Les abruma la cantidad de opciones

Otra escena habitual:
El camarero entrega la carta de vinos. Hay 80 referencias distintas. Blancos, tintos, rosados, espumosos. Vinos locales, vinos internacionales, vinos ecológicos. Todo junto, sin mayores descripciones que ayuden a digerir el proceso de comprensión y selección.

¿Resultado?
Bloqueo.

Porque el problema no es la cantidad de vinos. Es cómo se presentan.

Los jóvenes están acostumbrados a interfaces que filtran por gustos, colores, precios o estilos. Pero en un restaurante, ese sistema brilla por su ausencia. Y cuando elegir un vino requiere más tiempo que elegir un menú, optan por lo que ya conocen.

No por falta de interés, sino por exceso de ruido.

Falta de conexión con su estilo de vida

Ahora hablemos del motivo que nadie quiere ver:
El vino, tal y como se presenta hoy, parece diseñado para otra generación.

La de las cenas formales. Las copas de cristal fino. Las referencias francesas y las notas de cata que hablan de “regaliz” o “terroso”.
Pero los jóvenes de hoy buscan otra cosa.

Quieren productos que les hablen en su idioma. Buscan experiencias, no solemnidad. Valoran lo visual, lo directo, lo participativo. Y si les das a elegir entre un vino que no entienden y un cóctel con hielo picado y color vibrante… ya sabes cuál gana.

El vino no es el problema. El problema es que no ha sabido adaptarse al tipo de consumo, comunicación y decisión de esta generación. Y si no cambia el enfoque, seguirá perdiendo terreno.

Esta generación quiere elegir distinto. Y rápido

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No es que el vino les parezca aburrido. Lo que no soportan es sentirse fuera de lugar al pedirlo.

Nadie quiere abrir una carta y no entender nada. Nadie quiere hacer preguntas y recibir respuestas que no comprenden. Y, desde luego, nadie quiere quedar como el que no sabe.

El problema no está en el vino. Está en la experiencia que lo rodea.

Esta generación está acostumbrada a moverse con agilidad. Eligen una serie con dos clics. Piden comida desde el móvil. Comparan reseñas en segundos.
¿Y en el restaurante? Se encuentran con una carta de vinos que les parece de otro siglo.

Quieren descubrir. Quieren acertar. Pero necesitan un entorno que les facilite el camino.

Y aquí los restaurantes tienen una oportunidad enorme.
No se trata de reinventar el vino. Se trata de presentarlo de forma que conecte con sus códigos.
Con diseño, con claridad, con información útil. Y sobre todo, con confianza.

¿La buena noticia? Esa herramienta ya existe. Y se llama Winerim.

Winerim: la carta de vinos que sí entienden los jóvenes

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Hasta ahora hemos visto por qué los jóvenes no eligen vino cuando salen a comer o cenar. Pero también hemos dejado claro que la solución no pasa por cambiar el vino, sino por cambiar la forma de presentarlo.

Winerim es una carta de vinos digital, visual e interactiva. No se parece en nada a la típica carta de papel.
Habla el mismo idioma que los clientes más jóvenes. Y lo mejor: no solo mejora su experiencia, sino que aumenta las ventas desde el primer día.

Vamos punto por punto.

Una carta visual que engancha desde el primer toque

Olvídate del listado de vinos sin contexto. Con Winerim, la carta se convierte en una experiencia visual.

Cada vino aparece con su imagen, la etiqueta de la botella, una descripción clara y detallada, así como recomendaciones de maridaje. Todo explicado en un lenguaje que se entiende sin esfuerzo. 

Además, el cliente puede filtrar los vinos por tipo de uva, región, estilo, precio, o tipo de plato. Así, en lugar de sentirse perdido, navega con seguridad hasta encontrar lo que más se ajusta a su gusto.

Y como Winerim está diseñada para usarse en el móvil o tablet, la navegación es rápida, cómoda y familiar. Sí, como si estuvieran en una app para pedir comida a domicilio.

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Recomendaciones al instante según el plato

Imagina esta situación:
Un cliente pide una lasaña de rabo de toro. En lugar de dejarle solo con la carta de vinos, Winerim le sugiere automáticamente tres tintos que maridan perfecto con ese plato.

Así de fácil. Así de potente.

Además, esta función no solo facilita la elección del cliente. También fomenta la venta de vinos con mayor margen, sin presión ni intervención del personal.

Winerim genera recomendaciones automáticas y contextualizadas. En segundos. Sin complicaciones.

Es un empujón sutil, útil y bien recibido. Y convierte el maridaje en una experiencia accesible.

Una herramienta para camareros, no solo para clientes

Con una carta tradicional, el personal de sala tiene dos opciones: saberse de memoria todas las referencias, o evitar recomendar por miedo a equivocarse.
Ambas opciones frenan las ventas.

Con Winerim, eso cambia.
El equipo de sala tiene en sus manos la misma información que el cliente, pero con más contexto.
Pueden ver notas de cata, estilos, precios, maridajes y disponibilidad en tiempo real.
Y con esa información, pueden recomendar con mucha más confianza, aunque no sean expertos en vino.

Esto reduce la presión, mejora el servicio y convierte cada interacción en una mayor oportunidad de venta. Porque cuando el camarero no duda, el cliente tampoco.

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Datos en tiempo real para saber qué funciona

Winerim no solo mejora la experiencia en mesa. También genera datos de alto valor que ayudan al restaurante a tomar mejores decisiones.

Desde el panel de control, puedes ver:

  • Qué vinos se venden más y en qué momentos.
  • Qué combinaciones de comida y vino generan más conversión.
  • Qué estilos prefieren ciertos perfiles de clientes.

Con esta información, puedes ajustar tu carta, eliminar referencias que no se mueven, promocionar las que sí y alinear tu oferta con la demanda real.

Sin adivinar. Sin suposiciones.  Solo decisiones estratégicas basadas en datos.

Siempre actualizada, siempre atractiva

La carta en papel tiene un gran problema: en cuanto cambia algo, queda desactualizada.
¿Se ha agotado un vino? ¿Ha llegado una nueva añada? ¿Has cambiado el precio?
Toca reimprimir. Toca gastar. Toca esperar.

Con Winerim, eso ya no es un problema.

Puedes actualizar cualquier contenido al instante: vinos, precios, descripciones, maridajes. Todo.
Y no solo eso. La plataforma también te permite incorporar fácilmente nuevas tendencias.

¿Quieres dar visibilidad a tus vinos naturales, ecológicos, o de kilómetro cero?
¿Te interesa destacar una nueva bodega?
¿Vas a incorporar vinos con baja graduación o sin alcohol?

Todo eso lo puedes reflejar en segundos.
Así tu carta está siempre alineada con el mercado y con las preferencias de los clientes más jóvenes.

¿Quieres atraer a los jóvenes y vender más vino?

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Ya sabes lo que está fallando.
Y también sabes que puedes solucionarlo.

El vino no ha dejado de gustar. Lo que falta es una carta que lo cuente bien.
Una que hable en el idioma visual, rápido y claro que esta generación entiende.
Una que acompañe, recomiende, y convierta la indecisión en descubrimiento.

Eso es exactamente lo que hace Winerim.

✔️ Ayuda a los clientes a elegir sin miedo.
✔️ Empodera al equipo de sala sin necesidad de formación extra.
✔️ Te da control total sobre tu bodega y tus ventas.
✔️ Convierte tu carta de vinos en una herramienta real de conversión.

¿Listo para transformar tu carta de vinos en tu mejor aliado de ventas?

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